Cuando niña veìa el noticiero de televisión y querìa bailar con la música de presentación, coleccionaba en mi memoria los nombres de los periodistas màs conocidos y ensayaba para estar preparada llegado el momento. En ese entonces pensaba que podría pararme frente a una cámara solo por el mero hecho de haberme aprendido de memoria un párrafo extraído de cualquier libro.
No había reparado en que el
párrafo tenía que escribirlo yo y que para escribirlo se necesitaban cinco años
de universidad y muchos màs de pràctica. En esa época lo màs cercano a la
universidad era mi certificado de graduada del nivel preescolar.
Las voces de impecable
dicción y los rostros perfectamente maquillados eran la cara visible de la
profesión que desde tan joven había empezado a amar.
Mi sueño se cumplió pero
para ello necesité enfocarme al máximo en los estudios, cambiar momentos de
entretenimiento por otros de aprendizaje, había que esmerarse porque cada año
la cantidad de carreras descendía en el abismo que todavía, hoy, aumenta de
profundidad.
Mi aula de la universidad, a diferencia de otras con una matrícula numerosa solo tiene 7
estudiantes, pero somos suficientes, nuestra pasión nos ha brindado las
estrategias para hacernos sentir como 7
gigantes.
Muchos han desistido a medio
camino. Hacer periodismo es cosa de locos lo suficientemente cuerdos como para
comprender lo necesario que es para que todo marche bien, o marche…
La otra cara del periodismo,
la que desconocía cuando me proyectaba hacia un espejo, hace de hombres
soñadores, magos. Esa cara que solo conocemos los que lo vivimos y que, bajo
ninguna circunstancia, podemos hacer notar con nuestros trabajos, no es para nada
agradable.
Nadie sabe los artificios de
que son capaces los periodistas cubanos al enfrentarse a cámaras de la época de
la Comedia Silente, dignas de exponerse en museos, ni de la epopeya cuando no
viene el carro para la cobertura, ni de las grabadoras, muchas veces prestadas,
a punto de estallar, ni de las máquinas tortugas, ni ….
Pero lo peor es cuando hay
que enfrentarse a personas irrespetuosas que nos dejan hablando solos, que
ocultan información y que en el peor de los casos nos agreden verbalmente.
En Cuba no mueren
periodistas por violencia pero sí muchos dejan de serlo por insatisfacción.
Lo peor de todo es el día
del cobro, cuando ves que tanto sacrificio no vale ni para los primeros días. Esta profesión es de
sueños pero cuando tienes el dinero en tus manos tienes que abrir los ojos, y
si quieres seguir haciendo lo que más te gusta, por lo que tanto luchaste,
debes cerrarlos inmediatamente.
Me gusta!!!Sigue así amiga mía y no te rindas por nada ni nadie lucha por tus sueños y haz que valga la pena, y algún día podré decirles a mis niños que esa bella periodista que ven en la tele estudió conmigo !!!
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